Con motivo del Bicentenario del Constitucionalismo portugués, la República Portuguesa y la Casa da Moeda emiten una moneda conmemorativa diseñada por el escultor Hugo Maciel. En el anverso figura la separación de los «tres poderes». En el reverso figuran el símbolo de la Corona y los volantes que adornaban la portada de la Constitución de 1822 publicada por la Imprensa Nacional, marcando la continuidad de la historia.
La Constitución portuguesa no solo es la Ley Fundamental del país, sino también uno de los textos más bellos y ambiciosos escritos en esta lengua.
Es allí donde se codifican los valores nacionales y donde se refleja el espíritu de una época. La actual Constitución, de 1976, desciende directamente de la Constitución Política de la Monarquía Portuguesa, promulgada hace exactamente dos siglos, durante el reinado del Rey João VI.
La Constitución de 1822, elaborada tras la revolución liberal de 1820, fue el resultado de un acalorado debate en las Cortes Constituyentes y marcó un importante punto de inflexión política en el país: en lugar de una monarquía absoluta, Portugal se convirtió en una monarquía parlamentaria en la que los ciudadanos podían elegir a sus representantes. Pero esa fue solo una de las muchas innovaciones.
La primera Constitución portuguesa consagró los derechos de los ciudadanos a la libertad, la seguridad y la propiedad. El nuevo régimen político garantizaba la igualdad jurídica, la libertad de opinión y de prensa, la proporcionalidad entre penas e infracciones, prohibía la tortura, ordenaba la creación de escuelas primarias para niños de ambos sexos y, en general, establecía claramente los diversos derechos y deberes de los individuos y del Estado.
Sobre todo, la Constitución de 1822 estableció la separación de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este intento de reorganizar la estructura social del país de una manera tan profunda se topó desde el principio con feroces opositores. Y como se consideraba una Constitución tan progresista y radical, solo estuvo en vigor hasta mayo de 1823, cuando se produjo el golpe de Vilafrancada. Le siguieron varias cartas constitucionales, unas más moderadas y otras menos. Sin embargo, la de 1822 fue un hito imborrable.
Esta moneda con facial de 2,5 euros se puede adquirir en dos versiones con un mismo diseño. Una acuñada en plata en calidad Proof y presentación especial por un precio de 41 euros, y otra, en cuproníquel, a su valor facial, en Portugal.
Características de las monedas y su emisión
Autor: Hugo Maciel
Valor facial: 2,5 euros
Metal: Cuproníquel / Plata 925
Diámetro: 28 mm
Tirada: 25.000 / 2.500
Peso: 10 g / 12 g
Precio en Portugal: 2,5 € / 41 €
Deja un comentario